Bastiat, Antígona y Snowden ¿renunciar al juicio moral o a la legislación?
Quería escribir sobre el tema de los matrimonios gay y su relación con el libertarismo, pero mejor los invito a escuchar la próxima entrega del podcast de libertarios.info donde comentamos de nuevo sobre el esto. Mi argumento se reduce a que es incorrecto utilizar términos como “justicia” cuando nos referimos a un acto del Estado en el que reacciona a demandas organizadas, al menos sí nos consideramos libertarios. Esto no implica el no poder mostrar empatía con la alegría de las personas que pueden sentirse más “libres” o sus conocidos que se alegran por ellos, pero si implica que antes de celebrar hay que aclarar que no somos libres, sino que el “maestro” nos ha dado otro permiso. Que celebre quién quiera que los conservadores pierden el poder de definir y controlar la idea de “matrimonio” previamente expropiada de la Iglesia Católica, yo seguiré de luto por todos esas personas que no pueden experimentar modelos alternativos (los que siguen fuera en el modelo de “uno a uno” , la poligamia, por ejemplo) y siguen sometidos a la coerción tanto “simbólica” como real del Estado.
Habiendo dicho eso, y con la intención de hablar algo relacionado a Frederic Bastiat que nació un 30 de Julio de 1801, escribiré del intercambio que tuve con una persona que se podría considerar una defensora del Estado-de-Derecho-a-la-mala: alguien que siempre estará del lado del argumento de la ley, no importa lo que ésta diga. Me recordó a Bastiat porque previamente, en muchas otras discusiones donde cuestionaba mis posturas libertarias, siempre acababa con un “pues no sé si tal vicio/preferencia /acto sea malo, pero está prohibido, y por lo tanto es malo. No lo hago ni permito que otros lo hagan si lo puedo evitar”.
Me recuerdó en particular aquella cita de Bastiat, donde plantea la batalla de la moral individual contra la moral “colectiva” plasmada en la legislación. Porque “cuando la ley y la moral se contradicen una a otra, el ciudadano confronta la cruel alternativa de perder su sentido moral o perder su respeto por la ley”. En esta dicotomía, la persona antes descrita parece renunciar a su sentido moral, acatando entonces toda conducta permitida por el Estado y evitando toda conducta sancionada. Podría parecer que es un agente inmerso en el estatismo e incapaz de ir contra el gobierno. Supongo que eso sería lo que el legislador sueña, pero afortunadamente no es así.Lo que me recordó aquella persona (informada más que el promedio en asuntos de política y legislación) es que el sentido común y el juicio moral, si bien pueden estar muy influenciados por dogmas en unas áreas, en otras permanecen libres. Aún que el Estado pretenda que todos conozcan y cumplan sus ordenes, esto es simplemente imposible.
Ella me comentaba que se sentía contenta de haber instalado una película polarizada en los vidrios de su automóvil del trabajo. Ante la situación de inseguridad, le parece una buena idea contar con un poco de privacidad en su vehículo, y las buenas ideas pocas veces las consideramos injustas. [1] En ese momento, en aras de hacer el argumento que en tantas otras discusiones era imposible porque mi interlocutor abandonaba por completo el juicio moral en adopción de la ley, le pregunté si estaba consciente de que acababa de cometer un delito. Le comenté que recordaba que en algún momento alguien muy sabio había decidido que era peligroso y que en aras de la propia seguridad lo más sensato es que estuviera prohibido. Respondió que no creía que fuera el caso, que sería una tontería, y que además alguien le había vendido el servicio, por lo que aumentaba su duda en cuanto a la ilegalidad de tal actividad.
Sonreí diciendo que estaba casi seguro que dicha ley seguía vigente, y que afortunadamente, muchas personas desobedecen la ley. Los héroes blockeanos que día a día asumen sus juicios morales contra los de la ley para realizar actividades que no dañan a terceros pero que si por la legislación fuera, no existirían. Afortunadamente, para esta persona, existen agentes morales que se asumen como tal y violan la ley del Estado, permitiendo además que ella la pueda violar también.
Espero que esa pequeña transgresión al apartado VII del artículo 19 del reglamento de tránsito le sirva de ejemplo de cómo la ley que tanto defiende puede ser absurda, y que si en ocasiones podemos recuperar el juicio moral que abandonamos en otros casos, una búsqueda de congruencia nos podría llevar en menos de lo que pensamos al “lado libertario”.
Esquilo cuenta la historia en su caso extremo, pero desde la mitología antigua encontramos pistas sobre lo que humano es capaz de hacer moralmente: Antígona rechazando y rebelándose contra legislación de Creonte (no sólo por enterrar a Polinices, sino también al escapar al castigo dándose propia muerte) porque su sentido moral se lo exigía. Sin duda el ejemplo del polarizador de vidrios y su cliente no se encuentra a la altura de la tragedia griega, pero que me dicen de ¿Edward Snowden? el trabajador de la NSA que se vio en lo que Bastiat llamaría una cruel situación al tener que elegir entre la autoridad del gobierno y su sentido moral. Aquí dejo el video de alguien que me parece nos recuerda que Bastiat y la importancia de sus ideas son aún vigentes, y qué aunque nació en 1801, el escritor de La Ley sigue siendo fundamental para comprender la lucha contra la coerción Estatal y motivar la lucha contra la injusticia.
[1] Esto no quiere decir que no lo puedan ser, y mi argumento no es por las intuiciones morales per se, sino como parte fundamental para iniciar un análisis moral con rigor filosófico. No tenemos de donde más partir, pero no significa que sea el final.
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[…] probablemente a lo más alto en la escala de disonancia cognitiva que les permite a los políticos pensar moralmente permisible hacer cosas que en el ámbito privado reprobarían. También con un alto puntaje en la […]