Por unos creyentes en Andrés Manuel López Obrador maduros

La gran deficiencia de los creyentes en López Obrador más ruidosos es que construyen trampas que impiden la discusión y la deliberación. El 14 de septiembre del 2018, Hernán Gómez publicó una columna que vale la pena desenredar para exhibir una técnica seudoargumentativa para enmarcar las discusiones ideológicas: construir monolitos y hombres de paja que generan radicalización para que el populismo antidemocrático germine.

La columna de Hernán tiene una pizca de verdad: no existen las opiniones neutrales. Tener una opinión implica analizar evidencia e interpretarla para tomar un lado. Sin embargo, la crítica de Hernán contra quienes se venden como neutrales no tiene receptor. De John Ackerman a Ricardo Alemán, no he encontrado autores que pretendan ser neutrales. Periodistas, comentaristas, columnistas e influencers tienen opiniones razonadas y estables en el tiempo. En realidad, los lectores son los que demandan neutralidad.

Demandas por seudoopiniones neutrales y objetivasNadie que gana dinero por opinar tiene incentivos para ser neutral; conocen a sus públicos y a sus nichos de mercado. Hernán no provee nada de evidencia y su construcción carece de lógica, me temo que los neutrales son lo mismo que los pejefóbicos y los ninifóbicos: hombres de paja.

La siguiente maraña publicada por El Universal consiste en un mediocre entendimiento de las ideologías políticas. El primer paso del autor consiste en negar que las posturas de centro son válidas. El segundo construye un par de tramposos monolitos. Lo verdaderamente interesante para mí es que ambos puntos van en contra de lo que Hernán pretende defender.

Algunos votantes tienden a los centros, ya sea en cuestiones sociales o económicas, porque prefieren moderación con ligeras inclinaciones. La importancia de los centros recae en la gobernabilidad: conectan posturas opuestas y ayudan a que los políticos se moderen.

Hernán pinta un México alejado de la realidad. En El cambio electoral, de Alejandro Moreno @almorenoal (2018, 70-117), podemos apreciar que históricamente la mayoría de los mexicanos se han identificado como de derecha. Asimismo, la ilusión de la muerte de las ideologías no tiene evidencia porque, otra vez, los datos demuestran que cada vez los mexicanos son más ideológicos.

(Moreno 2018)

(Moreno 2018)

Quizá, la confusión proviene de ignorar intencionalmente que en ambos lados hay ideólogos,

 

pragmáticos,

 

y bufones.

 

[Aquí, iba a insertar capturas de tweets de los trols de @LaTanquetaTV y de @callodehacha, pero no quiero matar las neuronas de las personas que me leen.]

 

Hernán invita a los lectores a aceptar que sólo hay dos posturas monolíticas: o eres de izquierda o eres de derecha. Asimismo, la derecha que el autor arma resulta una trampa. Para Hernán, la derecha “no [pone] sus cartas sobre la mesa porque en el fondo [está] buscando acomodarse en una negociación, […] obtener un beneficio personal, […] transar con sus propios principios y posiciones, […] ofrecerse al mejor postor, [reprimir] su sinceridad”. Es decir, para Hernán, o crees en AMLO o eres escurridizo, engañoso y avaro.

Hernán niega intencionalmente la pluralidad; no considera aceptable que un minarquista tiene más en común con un socialdemócrata que con un neonazi. Los progresistas están más cerca de los libertarios que de los estalinistas o los chavistas. A mí me cuesta más entender a México Libertario que a Democracia Deliberada. No sé si la confusión de Hernán se debe a las débiles identidades partidistas o a que el sistema de partidos mexicano provee atajos heurísticos inútiles o a su cámara de eco o a pensamientos prematuros o a no sé qué. Lo que me parece curioso es cómo esta confusión lleva a alguien que dice tener una clara postura de izquierda a defender políticas de derecha neoliberal.

El enmarque ideológico propuesto por Hernán lleva un espectro de resultados poco deseables. En el mejor de los casos, lleva a la discusión y a la deliberación a falacias ad hominem: “-Me llamo Fulanito; soy de derecha y tengo esta opinión liberal clásica. -No tengo que escucharte porque eres de derecha.” “-Me llamo Perenganito; soy de izquierda y tengo esta opinión maoísta polpotista. -Bienvenidx compañerx, toma asiento y cuéntame más por favor.” En el peor de los casos, invita a negar el valor democrático de cualquier opinión distinta a su creencia en AMLO.

Las personas no van por la vida presentándose claramente como de izquierda o derecha. Tienes que escuchar las opiniones de las personas, entenderlas y, si tienes la necesidad de meterlas en un cajón, agruparlas, relacionarlas entre sí y estimar tendencias. Si se ve como pato, nada como pato y hace “cuac”, los creyentes ruidosos dirían que ese animal se llama Cuac, se vende como neutral, profesa una derecha engañosa y avara que no cree en la igualdad ni en la justicia, siente pejefobia neoliberal y le demandarían que esclarezca sus posiciones. Hasta gente razonable puede comprarse estas marañas.

El enmarque de Hernán va contra la democracia. En primer lugar, su mundo carece de evidencia y lógica. En segundo, llama a la radicalización que perjudica a los regímenes democráticos liberales. En tercero, construye dos monolitos clásicos del populismo autoritario: o eres de su izquierda creyente en AMLO o eres de derecha engañosa y avara. Sé que Hernán no lo hace maliciosamente, pero te propongo una nueva regla: sin importar el tamaño de tu público, procura que todo lo que escribas esté sustentado en evidencia y tenga lógica. De lo contrario, alguien explíqueme, por favor, como opiniones tan inmaduras como las de Hernán contribuyen a que una democracia liberal funcione de forma medianamente razonable procesando, resolviendo y dando cauce a la pluralidad.

 

Hugo Rivera @bunkerberry. Politólogo del CIDE; trabaja temas de uso de las TICs para combatir la corrupción; le interesan temas de género, filosofía política, seguridad pública y procuración de justicia.

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