A lo lejos, el temblor

No viví el temblor, pero sí sentí el dolor. Como buen chilango me dolió ver mi ciudad destrozada, pero también sentí ese fervor implacable de solidaridad que todos los relatos del 85 han incrustado en nosotros. No pude estar en el 85, nací en el 86. No pude estar en el 2017, vivo en el desierto. Pero la frustración fue más grande a la distancia.

Ya han pasado varios días de la tragedia y la pasión poco a poco se va atemperando tras el manto de la rutina. Es pues momento de hacer algunas reflexiones que tal vez ayuden, tal vez no, a las suyas acerca de lo que pasó y lo que podría pasar.

Coordinación

La primera lección del sismo no es que los mexicanos somos solidarios. Nacionalismos entrañables a parte, la primera lección del sismo es que aun en una sociedad de ciudadanos perfectamente morales, solidarios, y sin escasez de recursos, las reglas de coordinación son necesarias debido a las limitaciones cognitivas humanas.

Desde mi hogar en Tucson, veía y leía y presenciaba virtualmente cómo la ciudadanía entregaba a brazos abiertos bienes y tiempo para asistir a las personas en necesidad. Sin embargo, no sabíamos quiénes eran estas personas en necesidad. Todos sabíamos que habían damnificados, pero no había forma de saber quién necesitaba más urgentemente nuestra ayuda. Peor aun: no teníamos forma de saber en qué consistía esta ayuda, ni cuándo algún elemento indispensable se volvía redundante al estar en exceso en algunos centros de acopio. El exceso de ayuda comenzó rápidamente a obstaculizar y los víveres en exceso se convirtieron en botín para aquellos que, sintiéndose olvidados, y a falta de una parámetro para medir quién era el más necesitado, estuvieron dispuestos a robar para expresar su fuerte preferencia por aquello que abundaba, pero estaba mal distribuido.

La primera lección es que la moral, la solidaridad y la abundancia no sustituyen mecanismos de coordinación y motivación eficientes.

Limites del gobierno

La segunda lección es que la autoridad, aun cuando quiere realizar su trabajo, es muy lenta en todos sus procesos de verificación. ¿Cuántos videos recibimos en donde se denunciaba que la burocracia hacía ineficiente la distribución de la ayuda? No hablaré de la posible corrupción y los incentivos para usar la ayuda como propaganda política. Asumiré que las autoridades actuaron de buena fe. Aún así, todos los procesos de autorización, de aseguramiento, de distribución de información son, en el mejor de los mundos, extremadamente lentos en órganos verticales de administración; en parte debido a que, en caso de órdenes contradictorias, se tiene que subir al nivel inmediato, el cual no siempre está disponible.

El aparato de coordinación vertical es muy lento y se presta a la sospecha de otros intereses.

Limites de la sociedad

La siguiente lección es que la coordinación horizontal voluntaria es una fantasía de los nacidos con un smartphone en la mano. La información podía viajar más rápido vía redes sociales, sin duda. Pero ¿qué videos eran ciertos? ¿Qué significaban los videos que eran ciertos? ¿Qué necesidades eran reales y cuáles eran caprichos bien intencionados? Las redes sociales jugaron un papel clave de comunicación en esta ocasión. Sin duda fueron instrumentos de coordinación más veloces que las instancias gubernamentales. Sin embargo, con tantas voces queriendo coordinar, era de nuevo imposible evitar el desperdicio, la acumulación y la ineficiencia. Por otro lado, en este orgullo contemporáneo que confunde lo verdadero con lo visible, juzgábamos intempestivamente al primer video que afirmaba presentarnos pruebas irrefutables de que la autoridad vertical estaba evitando u obstaculizando la organización ciudadana. En la era de las redes sociales, nadie necesita pensar mucho: todos sabemos todo de manera inmediata. Es la trampa de la tecnología y tal vez el veneno social del futuro.

Tal vez no hubo mejor solución 

Todos hicimos lo mejor que pudimos (aun los que estamos del otro lado del muro) dadas las trágicas circunstancias.

(Photo de Hector Vivas/Getty Images)

El sentido de lo precios

Pero ya no estamos en circunstancias trágicas. La rutina comienza a limpiar los escombros de la solidaridad. Tal vez sea para bien.

Si el primer punto nos demuestra que necesitamos mecanismos de coordinación e información eficientes. Los límites señalados hacen ver que ni la verticalidad gubernamental ni la horizontalidad social son mecanismos aptos para manejar las cantidades inmensas de información que implicaría dar soluciones eficientes.

El sistema de precios del (libre) mercado es un sistema de distribución de información altamente eficiente. Tal vez sea mejor que en lugar de voluntarios recogiendo escombros durante dos meses, dejar que el albañil de la Obrera, de la Guerrero o de Ecatepec fije su precio y gane dinero a cambio de un servicio. Tal vez sea mejor que el precio del agua o el precio del cemento nos indique en donde se valora más y, en caso de que se valore mucho, motive a nuevos productores a entrar al negocio, y, así, bajar el precio y surtir de lo que se necesita tanto en la Condesa como en Jujutla o Pinotepa Nacional. Tal vez sea mejor que los damnificados se vuelquen de nuevo en su propio interés y finjen el precio por el que están dispuestos ellos mismos a reconstruir su casa.

En este escenario, un voluntario es igual a un trabajo menos y a un salario más bajo para alguien que se podría ver beneficiado con un salario.

Saber reconstruir 

En este sentido, una idea para los que quieren ayudar es hacer plataformas de información que vinculen trabajadores (que ustedes mismos certifiquen) con las empresas encargadas de la reconstrucción.

Otra idea es desarrollar formas en las que se vigile los fondos públicos que se repartirán a las constructoras y se evite que el gobierno privilegie (una vez más) a sus amigas constructoras. Se trata de que los recursos se distribuyan de manera eficiente y, para eso, necesitamos que las licitaciones no se hagan en privado, sino tener fuentes de datos acerca de los precios de las constructoras y los trabajadores. Ese tipo de información sí se puede manejar y hacer pública. La información necesaria para coordinar a los actores y crear distribuciones eficiente es tan inmensa que sólo el sistema de precios es capaz de distribuirla de manera eficiente.

Otra idea es crear una plataforma que vincule a los trabajadores con los damnificados y el gobierno asigne una cantidad de dinero a éstos para que ellos contraten directamente a los que, a su parecer, son los mejores trabajadores. Una especie de bono inmobiliario.

Los millennials y la historia

Somos la generación de la repetición y que alguien está rebobinando el casette de la historia.

Desde el Desierto.

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