Cambiar al mundo desde internet
Hay quienes todavía dudan del poder para cambiar el mundo a clickazos. A quienes proponemos ideas o difundimos preguntas en redes sociales se nos acusa de invertir nuestro tiempo en actividades de poco impacto. Y sí, quejarte en un muro de FB o denunciar en Twitter no tienen el mismo impacto que cerrar Reforma o tomar un palacio municipal, o que dar clases en universidad o primaria, ya no digamos armarte para defender tu propiedad y la de tus seres amados.
Pero pensar que las estrategias para negar la realidad que nos ha sido entregada y usar la libertad para construir un mundo más parecido a aquel en el que queremos vivir no pasan por la vida versión 2.0, están equivocados. Claro que no me refiero a plataformas como Change.org, o cualquier mecanismo de interacción que funcione bajo la lógica de exigirle a uno meterse con otro con base en lo que varios piensan. Hablo de la lógica del ganar-ganar, de las interacciones voluntarias que, por definición, mejoran la calidad de vida de las partes involucradas. Si pensamos en la dinámica del emprendimiento y el mercado, entonces la vida ha cambiado drásticamente a base de clicks. El aumento en la calidad de vida de millones de usuarios de servicios basados en Internet todos los días es evidente, y quizá tan abrumante, que nos puede estar volando sobre la cabeza.
En este sentido Facebook, quien está en el ojo del huracán político, cambió al mundo radicalmente. Reduciendo costos de transacción y ofreciendo espacios de interacción antes imposibles para fines personales, profesionales, de recreación y de acción. Lo que comenzó como una aplicación para interacciones estéticas generó una sociedad 2.0 que abre la puerta para debates éticos. Si de cambiar el mundo hablamos, parece que el tema en cuestión es el miedo, natural, ante cambios de tal magnitud.
No quiero hablar del tema de la democracia y su vulnerabilidad a las opiniones, a eso que le teme Sopitas. Esta entrada es sobre incapacidad y falta de vergüenza gubernamental. La audiencia de Mark Zuckerberg ante el senado estadounidense, vista desde esta perspectiva, resulta toda una tragicomedia. Ninguna narrativa de lo sucedido supera las palabras usadas. Los políticos hicieron gala de su ignorancia tecnológica, de como funcionan los servicios de mensajería y publicidad, y sobre los límites y diferencias entre la idea de lo público, como gobierno y lo público, como interacción de múltiples privados.
Como muestra, algunos del los intercambios:
p: Si estoy mandando emails por Whatsapp ¿me van a salir mensajes relacionados con los mensajes?
Z: No, FB no tiene acceso a los servidores de WhatsApp, es información encriptada.
*Recuerden, como dice Piolin Libertario, sólo el gobierno puede exigirle a Whatsapp (o a casi cualquier aplicación) tus mensajes*
p: ¿No puede existir un mecanismo para que el usuario tenga que aceptar los términos y el manejo de su información?
Z: Si, senadora, todos nuestros usuarios tienen que aceptar los términos y condiciones de uso, ellos deciden usar la plataforma.
*No olvidemos que al gobierno le vale tu consentimiento explícito porque #contratosocial, Facebook, de hecho, depende de él*
No estoy seguro de cuál se lleva el premio a la intervención más sobresaliente, recomiendo ver alguno de los videos que circulan en las redes. Pero hay un par de intervenciones que se perfilan como las favoritas. La primera nos recuerda que es falsa la idea de que no hay preguntas estúpidas, la segunda, que no hay límites para la hipocresía gubernamental.
Uno de los senadores, asombrado ante el hecho de que la plataforma no cobrar suscripción a sus usuarios, le preguntó a Zuckerberg ¿cómo podía mantener ese modelo de negocio? Entiendo que el senador se sorprenda, como político la única alternativa posible es pensar en impuestos para vivir sin generar valor en la sociedad. Mark respondió aguantando la risa con un muy educado “Senador, vendemos anuncios”. Sin duda uno de los momentos más divertidos de la sesión.
Pero hay otra contendiente, Kathy Castor, quien tuvo el valor de decir que “a los norteamericanos no les gusta ser manipulados. No les gusta ser espiados.” Llegando probablemente a lo más alto en la escala de disonancia cognitiva que les permite a los políticos pensar moralmente permisible hacer cosas que en el ámbito privado reprobarían. También con un alto puntaje en la incapacidad para diferenciar entre las dinámicas sociales que los privados generan — y que el gobierno debería respetar — y las que el gobierno genera –que deberían respetar a los privados–… pero bueno.
Senadores y ciberactivistas: claro que el poder de internet puede afectar su realidad y la de todos, pero (a pesar de ustedes) el poder también está en sus manos. A tan solo un par de clicks de distancia.
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