¿Del 1 del 2… o del 3?: espacios seguros, transfobia y baños unisex
El mes pasado, el Tec de Monterrey Campus Querétaro inauguró su primer baño neutro. La Ibero siguió esta tendencia y estrenó sus baños incluyentes. La noble intención de estos baños es proveer un espacio para cualquier persona sin importar su género ni su sexo. El asunto de los baños neutros no resuena en el debate público mexicano; sin embargo, ¿cómo podemos entender esta cuestión?
Y es que resulta impresionante lo que dos carteles con muñequitos pueden causar. Estados Unidos es el país en el que los baños unisex han generado más revuelo. Algunas personas argumentan que los baños públicos convencionales oprimen a quienes no se identifican como mujer o como hombre. Otros creen que los baños separados de alguna manera protegen a las personas. La perspectiva libertaria nos ayuda a comprender el problema, y sus soluciones, por medio de derechos de propiedad.
Antes de que el debate explote en México, aquí una rápida mirada a las tres posturas. Podemos imaginarlas en su versión tropical siendo defendidas por el Grupo de Acción por los Derechos Humanos y la Justicia Social A.C, el Frente Nacional por la Familia y el MLM.
Baño para todas y tod@s y todes y todxs y todos
Por una parte, el argumento en favor de los baños neutros públicos surge a partir de la distinción binaria entre la mujer y el hombre. Esto quiere decir que esta distinción es inherentemente perjudicial para quienes se identifican fuera de esas categorías.
Supuestamente, los baños binarios hieren a los más desprotegidos. Tenemos a las personas que por alguna razón no pueden valerse de ellos mismo, piensa en los niños que van acompañados por alguno de sus padres o en los ancianos o discapacitados que requieren de asistencia. Imagina que tu criatura, del sexo opuesto al tuyo, necesita ir a un baño público.
Además, algunos creen que los baños binarios imponen una idea poderosa. Los baños transmiten el mensaje de que quienes no se identifican como hombre o como mujer no pertenecen al espacio público. “Ni siquiera te damos un espacio para que cumplas con una necesidad básica, ¿estás seguro de que es válido identificarte como algo que no es ni mujer ni hombre?” Me he topado con personas que consideran que los baños binarios son una parte de la pendiente resbalosa que eventualmente lleva a la transfobia y a la violencia.
Como dijo Gandalf: ¡no puedes pasar!
Por otra, algunos creen que el dibujo con falda y el dibujo sin falda tienen alguna especie de poder para detener a agresores sexuales o proteger a los más vulnerables de la perversión. Usualmente, este argumento resuena en los oídos más conservadores.
Algunas personas creen que las personas con distintas identidades de género o preferencias sexuales son más propensas a agredir sexualmente. El argumento llega hasta el punto de sostener que las personas trans que agreden sexualmente quedarían sin castigo alguno pues podrían jugar la carta de la víctima y apelar a los derechos humanos.
La parte paternalista del argumento, la de proteger a los vulnerables de alguna perversión, va desde evitar que una niña pequeña vea a un hombre orinando hasta temer que las personas trans confundan a los niños. A fin de cuentas, acaba siendo la misma gata, eso si, revolcada, del “en su casa, que hagan lo que sea, pero que en público no se agarren de la mano porque confunden a los niños”. Al parecer, los dibujos en las puertas de los baños logran reducir las agresiones sexuales y preservar la salud mental de los niños, ¡mágico!
Entonces, ¿del uno o del dos… o del tres?
Es normal que restaurantes y cafeterías tengan un baño unisex. Vaya, los baños unisex no son cosa del otro mundo, piensa en el baño de tu casa. Así como el dueño de un restaurante o de una cafetería excluye de sus baños a todos los que no son sus clientes, tú excluyes a gente de tu baño a menos que explícita o implícitamente te lo soliciten (“¿dónde está tu baño?” o “¿me permites tu baño?”) y tú des tu consentimiento (“segunda puerta a la derecha”).
Si un baño es público, nadie tiene la autoridad legítima para excluirte. Precisamente, el problema surge de que no hay derechos de propiedad definidos para un baño público, sino que un gobierno municipal o local dice tener el derecho de decidir dónde puedes orinar o defecar, ridículo.
No necesitas un “espacio seguro” en un baño público porque no tiene nada que ver con tu identidad; simplemente, es un lugar (usualmente descuidado) al que vas a expulsar fluidos. Asimismo, los muñequitos a la entrada no tienen el poder para detener una agresión sexual ni para defender la inocencia. Y, si un particular tiene baños binarios; fácil, los baños binarios responden a sexo, no a género; es decir, la única pregunta relevante que tienes que hacerte es “¿uso una vagina o un pene para orinar?”
Por la vagina no se orina, hay que informarse