¿El experimento en Zimbabue no fue suficiente?
“Los economistas sois muy listos, sabéis explicar de las mil maravillas el porqué de los eventos económicos, pero siempre una vez que ya han ocurrido, nunca antes de que éstos ocurran”.
¿Cuántas veces a los que nos apasiona la economía han criticado nuestras ideas económicas con esta acusación? Lamentablemente, en muchos casos no les falta razón; son muy pocos los economistas que son conscientes y “saben ver” los efectos perversos que causaran alguna de las políticas económicas erróneas.
La economía es una ciencia, sí, pero una ciencia que tiene un alto componente de estudio del comportamiento humano, ya que éste es el protagonista principal de los vaivenes económicos. Son las personas quienes toman las decisiones, las que le otorgan un valor a los activos, las que deciden si está en su interés ahorrar o endeudarse; y estas decisiones en muchos casos no obedecen a comportamientos racionales, la lógica pasa a un segundo lugar y este comportamiento “irracional” también intenta ser estudiado por la economía.
“¿Por qué la gente está desprendiéndose a una velocidad vertiginosa de sus acciones en bolsa cuando tan sólo unas semanas antes, las principales casa de inversión justificaban su recomendación de compra argumentando que su precio estaba “por debajo de sus fundamentales?” – me preguntaba un amigo hace unos años.
Al tener los comportamientos humanos parte racional y parte irracional, es verdad que la economía en ocasiones parece no tener las herramientas necesarias para llegar a entender por qué una economía sube o baja; por qué se incrementa el empleo o el desempleo. Muchas veces, a los economistas nos gustaría que la economía fuese más cuantificable, medible con exactitud como pueden ser otras ciencias y que existiese un “laboratorio económico” en el que fuese más fácil la búsqueda del origen último de los principios económicos llevando las variables económicas a condiciones extremas para analizar su comportamiento, tal y como lo hacen los científicos nucleares en Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), el mayor acelerador de partículas del mundo en dónde los científicos aprenden sobre las leyes de la naturaleza. Tener un “laboratorio económico” similar a éste, ayudaría mucho a entender las Leyes económicas.
Recientemente estuve trabajando durante unos meses en un proyecto en Zimbabue, y en ocasiones, al escuchar las experiencias de la gente durante la época de la hiperinflación o al leer el último informe del Banco Central publicado mientras el dólar zimbabuense seguía siendo la moneda en circulación legal – recomiendo su lectura para aquellos que les guste el género de ciencia ficción económica – me daba la sensación de tener frente a mí el mayor “laboratorio económico” del mundo. Zimbabue, era para mí donde las variables económicas se habían expuesto a condiciones extremas y donde los resultados eran más que palpables.
En el año 1980, Zimbabue logra la independencia a partir de la ex-colonia británica de Rodesia, el Dólar rodesiano fue reemplazado por el Dólar zimbabuense, con paridad de cambio. El dólar zimbabuense llegó incluso a intercambiarse por casi 1,6 dólares estadounidenses.
Durante mucho tiempo, Zimbabue fue considerado el “granero de África” pero una década después de la independencia, la economía empezó a decaer. En 1998, Robert Mugabe –Primer Ministro de la República de Zimbabue desde 1980 y posteriormente Presidente del país desde 1987 – comenzó a aplicar una política de confiscación de tierras. Por aquel momento el gobierno de Zimbabue, quiso tener también su papel de protagonismo en la Segunda Guerra del Congo, el conflicto que más vidas ha costado en el mundo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Esta intervención militar no le salía gratis a Zimbabue y fue entonces cuando se recurrió al maravilloso recurso de imprimir el dinero que en aquel momento el país no tenía.
La conocida como “Gran guerra de África” llegó a su fin, y aunque el gobierno zimbabuense ya no tenía que hacer frente a los abultados gastos de su intervención en el Congo, la política de expropiación creaba estragos, la producción agrícola de tierras que se repartieron entre la población negra no hacía más que reducirse, el desempleo se disparaba, así que Mugabe para solventar la grave crisis económica decidió contar con la ayuda del que había sido hasta ese momento su banquero personal, Gideon Gono.
Gono tomó el timón del Banco Central del país de Zimbabue en Noviembre de 2003. Por aquel entonces, la inflación oficial estaba ya disparada con un crecimiento de los precios de entorno el 500%. ¿Qué es lo que le debió decir Gono a Mugabe en aquel momento? – “Robert, no te preocupes, deja la situación en mis manos, sé lo que hay que hacer, hablaré con los alemanes para que nos impriman más billetes y más rápido”. Sí, curiosamente el proveedor de papel era alemán, país donde conocían perfectamente los efectos perversos que tenía una política monetaria descontrolada.
Dicho y hecho. Los años sucesivos se produjo una expansión monetaria fuera de control. Tres años después de que Gono tomase las riendas de la política monetaria de Zimbabue, la inflación era de más del mil por cien. Ésta empezó a ser un motivo de preocupación así que empezaron a aplicarse las denominadas “redenominaciones” de los billetes. Se debía de pensar que quitando ceros a los billetes solucionaría fácilmente el problema de la inflación. No funcionó. Unos meses más tarde, en 2007, se intentó atajar de raíz el problema declarando la inflación ilegal. Tampoco funcionó. Ese año la inflación anual fue del 66.212%.
2008 fue el año fatídico. Se empezó emitiendo billetes de 50 millones de dólares zimbabuenses que equivalían a 1,2 dólares estadounidenses. En mayo salieron en circulación los de 100 y 200 millones. Tan sólo diez días de haberse empezado a emitir éstos, llegó el turno a los de 500 millones. Se generó el pánico. La gente se agolpaba en las entradas de las panaderías para poder comprar unas rebanadas de pan con la esperanza de que el tiempo que transcurría haciendo fila, los fajos de billetes que portaba consigo tuviesen algo de valor para cuando le tocase su turno. Los montos de dinero se hacían difíciles de manejar. Recuerdo un amigo que me contó como en aquella época utilizaban sistema de anotación científica en Excel ya que el programa no permite más que un limitado número de dígitos por cada celda o como los zimbabuenses empezaron a necesitar carretillas para transportar las ingentes cantidades de billetes. Se daban casos irreales. Los atracadores robaban las carretillas llevándoselas vacías ya que el papel que transportaban carecía prácticamente de valor. Los precios de los productos se duplicaban en cuestión de horas. Se hizo el caos en Harare y en el resto del país. Esto no debió perturbar la tranquilidad de Gideon Gono, quien en medio de esta debacle económica, tuvo tiempo para publicar a finales del 2008 un libro en materia economía: “Zimbabwe’s Casino Economy: Extra-ordinary Measures for Extra-ordinary Challenges”.
El desconcierto se generalizaba, y en un intento a la desesperada volvió a “redenominar” los billetes zimbabuense – esta vez quitando doce ceros – pero las transacciones por aquel entonces ya se habían extendido en dólares estadounidenses y ni siquiera los billetes que llegaron a emitirse en Febrero de 2009 con denominaciones de hasta trillones de dólares zimbabuenses consiguieron restablecer la confianza en la moneda local. Gono se dio por vencido. La circulación del Dólar Zimbabuense fue suspendida el 12 de abril del 2009.
Zimbabue hoy en día sigue lastrada por las malas políticas económicas que se implementaron hace ya más de cinco años. Es el segundo país más endeudado del mundo con una deuda pública del 202% sobre el PIB, una balanza comercial negativa crónica, único país del mundo con ocho divisas en curso legal – y ninguna bajo control del Banco Central de Zimbabue – unas reservas del banco central inexistentes – de 217 dólares, según reconoció en enero de 2013 el ministro de Finanzas de Zimbabwe, Tendai Biti – y que logra únicamente mantenerse en pie gracias a su principal fuente de ingresos, los 2.000 millones de dólares estadounidenses de remesas que se calcula el país recibe anualmente desde el extranjero. Se estima que estas remesas podrían suponer entre un 30%-40% del PIB de Zimbabue.
Las políticas monetarias y económicas sí que importan, ¡y mucho! Éstas determinan en última instancia la calidad de vida de los agentes económicos, es decir, de todos nosotros. Los países no crecen o se empobrecen por motivos paranormales; los países crecen o colapsan debido al acierto o no de sus políticas económicas. Mientras que Zimbabue en los últimos cincuenta años paso de ser el “granero de África” a sufrir un colapso económico total; Singapur, en el mismo periodo de tiempo, ha pasado de ser un conjunto de islas pobres e insignificantes en el Océano índico, a tener la tercera renta per cápita más alta del mundo.
¿Hemos aprendido de este “experimento económico” que ocurrió hace unos años en Zimbabue? Me da la sensación que no. Actualmente todos los gobiernos están forzando a sus Bancos Centrales a adoptar políticas expansionistas como nunca jamás se ha visto. Los balances de estas entidades que sustentan el monopolio de la creación del dinero han crecido en los últimos años en trillones de dólares estadounidenses, generando un efecto placebo con la sensación de recuperación, pero no dejan de ser unas políticas erróneas; el mundo se está “zimbabuezando”.
¿Pero dónde está la inflación entonces? – podría argumentar alguno – pues bien en este caso todos los ingentes planes de estimulo no están llegando a la economía real, la velocidad de circulación del dinero – una de las variables que más afecta al incremento de los precios de la economía real y por tanto de la inflación – está en mínimos desde que se empezó a calcular en 1960 en Estados Unidos. La mayor parte de las inyecciones de liquidez y planes de estimulo de los Bancos Centrales se está yendo a gestar lo que algunos ya denominan “la madre de todas las burbujas” inflando artificialmente el valor de los valores bursátiles – con algunos índices bursátiles en máximos históricos – desplomando las primas de riesgo y rentabilidad del mercado de renta fija – para que los Estados gasten sin atajar los desequilibrios que sufren.
Cuando Gideon Gono asistía al Parlamento para explicar a sus señorías las medidas políticas en material económica que quería implementar, terminaba la intervención con la siguiente frase: “In the Lord’s hands, I commit this Monetary Policy Framework for our economic turnaround”.
La política económica no puede ser considerada como algo irrelevante, dejado a la voluntad de lo Divino. Algunos nos preguntamos “¿no fueron suficientes los devastadores resultados obtenidos en Zimbabue como para que ahora se lleve a cabo el mismo experimento a nivel mundial? Las políticas económicas son acertadas o erróneas y tienen una implicación que en ocasiones subestimamos. Espero que Zimbabue sirva como modelo de aprendizaje y no sigamos repitiendo los mismos errores, esta vez a nivel mundial.