El peso del gasto público.
-Las promesas que hicieron ayer los políticos son los impuestos de hoy-
William L. Mackenzie King
El gasto público se ha convertido en el principal instrumento del estado para activar la economía, puesto que incentiva el consumo. Sin embargo, si observamos de donde provienen todos estos recursos, podremos percatarnos que, en lugar de activarla, la deteriorará en el largo plazo.
El gasto del gobierno es posible a través de un aumento en la carga tributaria sobre los contribuyentes o del endeudamiento público. El gobierno implementa alguna de estas medidas cuando su gasto sobrepasa sus expectativas de consumo y sus objetivos.
Un incremento en los impuestos ocasiona que los contribuyentes tengan que sustraer de manera coactiva una parte de sus ingresos para que el estado los administre, lo cual conlleva a una disminución en la tasa proporcional del ingreso que destinan al ahorro, generando una menor inversión y por consiguiente, un bajo crecimiento económico.
La deuda pública es una carga que termina por transferirse a los contribuyentes a través de los impuestos, una deuda que el estado hace en nombre de todos nosotros en beneficio de sus propios intereses.
Por otra parte, los llamados “derechos sociales”, tienen una repercusión política perversa, pues el estado los ha utilizado como medio de propaganda populista para justificar el aumento del gasto destinado a financiarlos.
En México, el Artículo 6 de La Ley General de Desarrollo Social establece una serie de derechos que no pueden cumplirse en la mayoría de los casos, porque para eso sería necesario despojar (a través de impuestos) a los que más ganan, para distribuirlo entre los que menos tienen o bien, como ya se mencionó, a través de la deuda pública, sin embargo esa distribución sólo traería como resultado menos recursos disponibles para inversión.
El gasto, muy al estilo keynesiano, sólo ha resultado en un desastre para la economía, ya que afecta no sólo al ahorro y a la inversión, también influye fuertemente en otra variable macroeconómica muy presente para todos, la inflación, puesto que perjudica más a los más desfavorecidos, que son los que menos ingresos perciben.
La retórica de siempre va encaminada a hacer creer que el gobierno es quien tiene la obligación de corregir los problemas sociales (pobreza, desempleo, educación, desigualdad, etc.), con una propaganda demasiado trillada. Es así como el gobierno se ha convertido en el principal protagonista en los ámbitos económico, político y social; se ha sabido apropiar de una buena parte de la riqueza que genera la sociedad, la cual a su vez la utiliza para prometer beneficios a todos. Ésta estrategia les ha resultado en un gran negocio, manejando el dinero creado por otros.
El estado se ha consolidado en el más grande monopolio de las últimas décadas y como un pésimo gestor de la economía. Si dejamos a los privados hacer la gestión de su propio recurso, harán una mejor asignación y darán mayor dinamismo a través del emprendimiento, la innovación y exploración de nuevas áreas productivas.
Para 2014, el gasto neto total aprobado asciende a $4,467,225.8 millones de pesos, un aumento del 12.9 por ciento con respecto al año anterior. El problema no es cuánto dinero pueda gastar el estado, sino que lo que se gasta, se haga en beneficio de aquellas personas que realmente lo necesiten.
El impacto de las políticas económicas es pobre, seguimos viendo una población en condiciones pésimas de vida, aunque para los líderes políticos es oportuno, ya que lejos de querer mejorar la situación de los más necesitados, han disfrazado las buenas intenciones en algo que resulta inmoral y que es un insulto para todos, pues han sido objeto de atención y manipulación.
Mientras sigamos con estas prácticas de un capitalismo clientelista, donde no tengamos un estado de derecho con instituciones eficientes y transparentes, seguiremos viendo casos de corrupción y los problemas sociales seguirán siendo un reto, pero sobre todo una oportunidad para muchos políticos de lucrar con ellos.