Justicia e Igualdad
Es muy común entre intelectuales tener preferencias en cuanto a qué valores deben prevalecer en una sociedad. Habrá quiénes le den preferencia a la Libertad, otros que prefieran la equidad, otros más a la justicia, otros más a la igualdad, etcétera. Partiendo de sus preferencias personales, de su formación, de su experiencia en el mundo que los rodea, cada quién va dando la importancia al valor que cree que debe ser fundamental. Esto es un problema puesto que amén de las preferencias que uno pudiera tener, un ejercicio de tal característica debe de ceñirse al análisis lógico, no importa la teoría o modelo de que se trate. Desde las más elaboradas construcciones de las ciencias sociales hasta las religiosas o del común de la gente sin preparación en estos temas, todas esas construcciones pueden ser analizadas mediante la lógica y la ética.
Como libertario, la decisión es fácil, lo más importante es la libertad. La libertad como valor jurídico, como un área de acción intocable del individuo, como una reserva jurídica que se hace a favor del individuo. La libertad es acaso el valor más difícil de definir, en una primera aproximación, pero los otros valores restantes no son tampoco cosa fácil y el tratar de definirlos y analizarlos por separado siempre representa dificultades. La justicia y la igualdad, sin embargo, guardan una relación directa que si se analiza adecuadamente hace que el análisis se vuelva más sencillo y esclarecedor de las dudas que en algún momento pudieran surgir en nuestro razonamiento. El problema es que hay muchas falsas concepciones de estos valores que luego son utilizadas para crear modelos y teorías que adolecen de principios claros. Algunos modelos postulan a la igualdad como el valor supremo, otros más buscan una libertad sin límites, habrá otros más que su base sea la justicia. Como ejercicios mentales pudieran tener una validez, al igual que lo tienen muchos modelos económicos, pero, al igual que en el mundo de la economía, en el mundo de los valores jurídicos, nuestros modelos muchas veces se ven superados por mucho por la realidad. Con el tiempo de estudio y el ejercicio de la lógica uno va descubriendo fallas en los modelos propios, en la forma que atacamos la realidad que se nos presenta. El campo jurídico, el económico, el político, el biológico, etcétera no son excepciones, todas las teorías habrán de cumplir las leyes de la lógica, eso es un hecho y no hay más qué decir.
He dicho que como libertario el valor supremo es la libertad, sin embargo lo mencionamos con reservas, es decir, para que la libertad sea el valor supremo siempre debe estar atada al resto de los valores jurídicos. Es imposible perseguir la libertad sin querer justicia, justicia sin querer igualdad, igualdad sin querer libertad, sencillamente no pueden ir una detrás de la otra, los valores jurídicos han de aparecer todos en el mismo instante, entremezclados en las situaciones, aclarándonos hasta dónde podemos hacer o no hacer, hasta donde una situación debe ser juzgada de tal o cual manera.
En relación a la igualdad y su relación con la justicia podemos pensar en una situación que ejemplifique tal relación. La izquierda moderna constantemente señala a “los ricos” por tener dinero, por pagar menos impuestos, por poder tener acceso a áreas o negocios en los que sólo el poder económico y/o político nos puede llevar. Al estar estas áreas cerradas para las clases menos pudientes es normal sentir que no hay “igualdad” y exigirla. El problema de este razonamiento simplista es que la igualdad por el sólo hecho de ser iguales, sin justicia, nunca puede aplicarse hacia arriba. Se acusa a las clases poderosas de tener ciertos privilegios que el resto no tienen pero se olvida que la justicia de hoy han sido privilegios de muy pocos ayer. La justicia debe de entrar en nuestro razonamiento para decirnos qué tipo de privilegios son justos y qué tipo de privilegios son injustos. Si encontramos que algo que hacen las clases poderosas es justo quiere decir que no es un privilegio sino que es un derecho que ha sido negado a las clases más pobres. Si yo exijo igualdad por sobre cualquier cosa, la consecuencia lógica es que esa igualdad será “quitar esos privilegios de los poderosos” aunque algunos puedan ser derechos legítimos, y entonces pasará que se “igualará hacia abajo”. Si prescindo de la justicia para conformar el análisis entonces llegaré a un igualitarismo sin sentido pues el nivel al que tengamos que ser iguales será arbitrario, porque podemos ser iguales en la pobreza extrema, en la pobreza, en la clase media baja y difícilmente más arriba, pero nunca será claro en qué deberíamos ser iguales, en qué, a qué nivel. El apelar a la ley podría ser una salida fácil al que algunos analistas quisieran recurrir, pero esto sólo sería dar la responsabilidad al legislador pensando en que es infalible en las leyes que elabora, dándole un valor a la ley de variable exógena, como algo ya dado, pero y qué si la ley es injusta. Por ejemplo, si viviésemos en una isla bajo una dictadura y nadie pudiese escapar a riesgo de ser muerto o encarcelado si es atrapado, entonces podríamos decir que si alguien escapa y es asesinado es respetar la igualdad ante la ley, la ley lo dice, pero este sería un igualitarismo y nunca igualdad puesto que el valor jurídico igualdad debe ir atado a la justicia y a la libertad. La igualdad no antecede a la justicia. Si la igualdad precediera a la justicia, en nuestro ejemplo si alguien intenta escapar de la isla, para respetar la igualdad se le mata o se la arresta o algo, con tal de que no escape y viole este principio y después podríamos pensar en que si fue justo o no su asesinato o su arresto, ¡por supuesto que así no funcionan las cosas! Si el perpetrador recurre a la ley alegando igualdad, pudiera al menos parecerlo en primera instancia pero es obvio que no hay respeto por el valor jurídico de la de la justicia ni el de la libertad, a menos que en nuestro análisis la justicia y libertad sean lo que dice la ley, lo cual pudiera ser que en nuestro modelo funcionara pero eso no quitaría que la realidad nos mostrara que se ha cometido una injusticia y una negación al derecho de ser libres. La justicia, entiéndase, es la marca a dónde tenemos que llevar la igualdad, es el nivel que nos dice dónde debe estar situada ésta. Por demás está decir que ley y justicia no son sinónimos, y salvo en el simplista y pseudocientífico análisis positivista en que se prescinde de la justicia y cualquier otro valor, la ley debe buscar siempre ser justa.