Libertarianismo en la suavicrema (parte I)
Como es conocido entre quienes pasamos tiempo en las redes y blogs, el pasado 23 de mayo se realizó la primera manifestación convocada por el movimiento #YoSoy132. Por lo que se podía leer en la página del evento de FB, su objetivo general buscaba a través del diálogo, construir un proceso democrático limpio y honesto por parte de los candidatos, instituciones y medios. También decían que es un movimiento plural e incluyente que convoca a toda una generación a formar un frente común que trabaje unido por despertar conciencias, por la democracia verdadera. Tres puntos en particular:
– Exigimos un proceso electoral transparente y claro.
– Buscamos que el voto sea consciente e informado.
– Exigimos la democratización de los medios de comunicación
Entre la aparente apertura y el hecho de ser muy crítico con los más de 132 chavos –en particular por la vacuidad del movimiento en términos de fondo que permitía tanta contradicción (trade-off que parece existir entre la capacidad de reacción y movilidad de un sector específico de la población a través de internet)-, pensé ir y aportar mi granito en este levantar de la juventud mexicana. Criticar y dialogar con algunos para lograr entender su punto y transmitir el mío: hablar de libertad económica y política articulando siempre estos principios con el estandarte fundamental de su movimiento “la libertad de expresión”.
Antes de hablar de la experiencia de un libertario en la plaza pública, quiero comentar estos primeros objetivos, y de su diferencia con el pliego final. Sobre los primeros dos, no hay mucho que decir. Nadie en su sano juicio podría declararse en contra de exigir a las instituciones que sea un proceso transparente y claro, además, parece razonable buscar que el voto sea informado (esto no lo podemos exigir, claro está, ¿verdad?). No obstante, el tercer punto, el de exigir la democratización de los medios, ya sea a los medios, o al gobierno para que los obligue, es profundamente contrario al espíritu de libertad de expresión que suponen defender. Muy desafortunadamente para el grupo, esta contradicción permea su pliego petitorio que se distancia radicalmente de esos dos primeros puntos hacia un universo de ocurrencias que omiten por completo el problema de raíz: falta de libre mercado en el sector de las telecomunicaciones. Pero ese es tema de otro post. Por el momento me interesa compartir lo que dos pancartas provocaron la tarde del 23 de mayo.
La primera de ellas decía, – Gobierno +Mercado. La idea era clara, si no provocar, al menos generar alguna confusión que llevara a cuestionar el significado del mensaje. Funcionó. Después de algunos “¿estás bromeando verdad?”, se armó una masa crítica de cuestionamientos y diálogo. La respuesta inmediata era que hay de dos sopas en cuanto a la repartición de un bien o servicio: el gobierno y el mercado; que todos estábamos de acuerdo en que no podíamos confiar ni en las capacidades ni en las intenciones del gobierno cuando se trata de algo como el servicio de la información, y que la conclusión lógica de eso era voltear hacia el mercado.
“Pero el mercado es el culpable” interpelaron en varias ocasiones. Me limité a señalar que existe un duopolio dada la regulación en el país, que si nos quejamos de eso es porque NO hay mercado, y que en un mercado libre sería más fácil que alguien explote el hecho que hay alguien mintiendo para salir al mercado a decir la verdad, y ganar dinero haciéndolo. “Pero hay que luchar contra Televisa! Es una lucha doble contra el gobierno y contra los medios!”. Respondí que los medios son un oficio más, y que quién se dedica a ellos para vivir es libre de hacerlo y no podemos criticarlo mientras lo haga de acuerdo a la ley. El problema es la ley, como en el caso de la pobre hija de Romero Deschamps.
Además, al único que legítimamente le podemos reclamar es al Gobierno. Un silogismo colectivo, apoyado de nuevo en el derecho a la libertad de expresión me ayudo a hacer ese punto:
¿Creemos en la libertad de expresión? Grité, un rotundo ¡SI!, ¡creemos que todos tenemos el derecho a decir lo que queramos?, ¡SI!, si Televisa también tiene libertad de expresión ¿Quiénes somos para exigirle algo, sobre todo, en nombre de la libertad de expresión?. ¡Pues nadie! Exclamó un señor, que no se dio cuenta al instante de lo que implicaba, después puso cara de, “¡ah caray!”.
“¿Pero como dices acabar con las concesiones? Si no dan más no vamos a tener competencia!”, y otro “El espectro es del Estado”. Estas dos me sirvieron para explicar que comenzamos mal si partimos de la idea de que el Estado puede poseer cosas, y conceder su uso a los individuos. La defensa de la libertad de expresión implica que si por mis propios medios soy capaz de difundir de tal o cual manera cierta información, NADA ni NADIE puede interferir con ello. El texto jurídico que adjudica la propiedad de medios al Estado y no al individuo es una amenaza a la libertad de expresión, y este movimiento no es más que una prueba de aquello. Les decía “Televisa no idiotiza, el imbécil sintoniza”. Proclamarse contra las concesiones es decir que el Estado no es puede decidir quién puede transmitir y quién no, corremos el peligro de acabar como acabamos.
Algunos entendieron y aceptaron la idea de que sí queremos luchar por la libertad de expresión, tenemos que luchar por los derechos de propiedad y el sistema que permite la libre interacción entre individuos: el mercado. Que nuestra lucha es por la liberalización de los medios, nunca su democratización. Hubo otras preguntas sobre empleo, educación, etc. Pero esas se dieron de manera más aislada, después de que me retiré del grupo que durante 2 horas mantuvo una masa de entre 30 a 50 personas aproximadamente.
En mi siguiente post les comentaré sobre los cuestionamientos que se dieron en torno a mi segunda pancarta: “NO se confundan SI somos minoría”.
http://www.facebook.com/events/138208919636839/
http://www.animalpolitico.com/2012/05/yo-soy-132-la-marcha-y-el-pliego-petitorio/
@menosgobierno
1 respuesta
[…] Parte I […]