¿Reformas migratorias? Una introducción a la perspectiva libertaria

No escribiré sobre la ascensión asunción de Barack Obama ni profundizaré en lo absurdo que me parece que la clase opininadora y otros que “tienen voz” en México repitan la idea de que lo más relevante será el desarrollo de la política migratoria y la reforma sobre el control de armas.[1]

Pero quiero aprovechar que el tema de migración estará de nuevo en la agenda para compartir una reflexión relacionada con la mentalidad desde la cual se analiza normalmente el “problema” del movimiento de personas “libres” entre Estados-naciones “soberanos”. De un lado tenemos a quienes argumentan de manera liberal que ningún país le puede negar la entrada a alguien que pacíficamente intenta perseguir una mejor calidad de vida, por el otro están aquellos también considerados liberales que defienden la autonomía individual y el derecho a la autodeterminación de la unidad política para fijar de manera unilateral quienes (y quienes no) pertenecen a ella. Uno se puede dar una buena idea del estado del debate con buenas defensas de ambos lados en Debating the ethics of Immigration: is there a right to exlude? donde Phillip Cole y Heath Wellman presentan sus argumentos en contra y a favor de la existencia de fronteras cerradas.

 

Mientras escuchaba en el Seminario Internacional de Ética y Asuntos Públicos al Dr. Wellman interactuar con estudiantes de la FLACSO, el CIDE y la UNAM, tuve la sensación de que la perspectiva libertaria pasa casi inadvertida por gran parte de la academia y los estudiantes, ni que decir de la población en general. Curioso porque ambos lados del debate comparten puntos de partida con el ideario libertario, aunque al final,  la conclusión sea diferente. Por ejemplo, el argumento  a favor de un libre tránsito reconoce que es una cuestión de congruencia el permitir el libre tránsito de personas cuando se permite – y se considera benéfico – el libre tránsito de bienes, servicios, y capitales. Después de todo, nuestro cuerpo es nuestra primera propiedad, y a esta se le debería garantizar también el libre tránsito. Desde una postura cosmopolita se argumenta que si el individuo vive en una sociedad de manera pacífica y respetuosa con la ley no existirían razones para expulsarlo de ésta o para no permitir su ingreso. No obstante los defensores de ésta postura, como Phillip Cole, plantean que su lucha es por el derecho al libre tránsito basado en la igualdad de todo ser humano sobre la tierra: igual consideración debe significar  igual acceso a territorios y membresías.

No comparto esa conclusión, pese a que el libertarismo comparte con Cole la idea de que el Estado no tiene fuerza moral para hacer nada, mucho menos para impedir que personas migren para establecer relaciones libres y pacificas con los miembros de una comunidad.

¿Por qué no comparto la idea de que no se puede negar algo –como territorio o membresía– a ningún ser humano con base? Porque en ese punto encontramos más cercana al libertarismo la teoría de Wellman quien, a partir del reconocimiento de la auto-determinación individual y el derecho a la libre asociación, plantea que al aceptar que tenemos derecho a decidir con quién nos juntamos, de facto, se reconoce el derecho a decidir con quién no nos juntamos[2]. Al final ésta es base de la libertad de contrato que tanto defendemos los libertarios. Pero el distanciamiento viene cuando se reconoce el derecho a la auto-determinación política de un Estado legítimo–que no es otra cosa más que derecho de auto-determinación y asociación individual agregado según Wellman–, y esto lleva entonces a aceptar la legitimidad del hermetismo en las fronteras de los Estados-nación. El libertario tampoco da ese último paso.

¿Pero entonces quién tiene razón? ¿Tiene algo que decirle el libertarismo al ganador? Para mi, en términos generales el debate lo gana Wellman con relativa facilidad. Su argumento en pro de fronteras cerradas se construye mediante críticas de las posturas aperturistas igualitarias, libertarias, democráticas y utilitaristas; argumentando después sobre casos especiales como trabajadores temporales y refugiados. El argumento es impecable en cuanto al análisis de la naturaleza del derecho de asociación: se comprende como un “derecho” que depende de la aprobación voluntaria de los afectados por la asociación. Si me salgo de una comunidad política, lo cual es legitimo, no tengo per se un derecho a pertenecer a otra. Pero mi distancia del argumento del Dr. Wellman se deriva por un lado de todo lo que rodea su argumento de manera indirecta, como su concepción de Estado legítimo y Derechos Humanos, y por el otro su tratamiento del pensamiento libertario en su obra. El libertarismo tiene más que decir de lo que Wellman dice.

Sobre lo primero, hay demasiado que decir. No comparto la teoría moral del buen samaritanotenemos la obligación de ayudar a terceros si tenemos la posibilidad a un bajo costo– ni que el Estado tenga que garantizar derechos “positivos” –el Estado tiene legitimidad de redistribuir bienestar entre sus miembros para garantizar niveles de vida “decentes”–; lo primero me parece esclavista y difícil de aterrizar en cuanto a temas como interés personal y los “costos insignificantes”, lo segundo viola el principio de no agresión y olvida que el gobierno está para proteger del robo, no institucionalizarlo. Pero eso deberá esperar para otro post.

¿Por qué critica el caso libertario a las “fronteras abiertas”? ¿puede haber una defensa libertaria por “fronteras cerradas”? ¿fronteras libertarias?. Me parece que la estructura del libro importa, y que la descripción del argumento libertario se presenta de manera muy sesgada. Por ejemplo, desde el principio reconoce al anarquismo como la única forma de libertarismo posible, dejando fuera posturas minarquistas basadas en libre asociación – como las charter cities u otras formas de ciudad-estado– y otras teorías institucionales que no parten del monopolio institucional territorial, es decir, instituciones y membrecías que compiten entre sí sin ningún monopolio y sin la necesidad de contigüidad territorial. Al final, los libertarios son unos locos y su sociedad imposible.

Al descartar la seriedad del argumento libertario, que describe correctamente como una postura que se centra en los derechos de propiedad de los involucrados y niega, al igual que Philip Cole, que el Estado tenga la autoridad moral para negar el libre intercambio entre dos individuos, toma prestados supuestos del igualitarismo y los critica como propios del libertarismo. Olvida, por ejemplo, que el ideal libertario se plantea en términos meramente económicos ya que no habría justificación para que el intercambio voluntario –que yo le rente un departamento, le de trabajo, o venda servicios a un migrante– afecte ilegítimamente a otros. No obstante, critica al libertarismo por no reconocer que al aceptar en una sociedad a un individuo éste debe tener los mismos derechos de participación – positiva– en las cosas colectivas.

Esa crítica se arrastra de su argumento pragmático contra el igualitarismo. En la sociedad libertaria las cosas no se justifican agregando preferencias en asambleas, este juego toma lugar en el mercado. Claro que habrá consecuencias en términos “sociales” o “agregados” de la apertura a la inclusión de agentes económicos; pero considerando el principio de no agresión, si las transacciones son pacificas nadie tiene un derecho a evitarlas porque esto le implica un perjuicio.

El análisis que se articula desde el derecho a la propiedad de uno mismo y de los medios para procurar la sobrevivencia -es decir, Derechos Humanos como Derechos de Propiedad–  nos permite retomar los argumentos del Dr. Cole sobre la falta de legitimidad moral del Estado para frenar la libertad humana, y a la vez advertir que el Dr. Wellman tiene razón al afirmar que la voluntad individual y la libertad de asociación si son límites legítimos. El gran problema de Wellman es asumir que en Estados democráticos la auto-determinación individual es comparable con la auto-determinación política. [3]

 

Una verdadera reforma migratoria que respete la libertad e igualdad de todos los seres humanos diría sobre las vías del respeto absoluto a la libertad de contrato. Tendría, entre otras cosas, que comprometerse a permitir flujos de información sobre oferta y demanda de servicios – flujos muy eficientes aunque mejorables cuando se dan en círculos informales como en el caso de la migración latina en EEUU – y dejar de lado la presión de los grupos laborales que se verían afectados por el intercambio pacífico entre los individuos. Lo demás son arreglos injustos, maquillados de apertura e inclusión, ¿se acuerdan de mi amiga?

@menosgobierno

Si les interesa el tema, una invitación a que dejen sus comentarios y dudas al respecto para tratarlos en un podcast especial donde tendremos partes de la entrevista que sostuve en el CIDE con el Dr. Wellman.


[1] Aún cuando se pueda argumentar, no sin cometer agravios contra la razón, que esos temas son los más relevantes para México al ser “soluciones” a problemas como el desempleo y la violencia, en particular aquellas que ven en la regulación la cura contra la violencia organizada, me sorprende que absolutamente nadie hable de un tema de mucho mayor relevancia moral: la industria de guerra norteamericana. Me queda claro que en EEUU nadie, fuera de algunos libertarios y otros grupos alejados del mainstream político, se preocupa por el tema. La estrategia de Obama es buena para los demócratas y republicanos por igual ya que abarata los costos de la guerra –en particular los políticos– al regresar tropas a “casa”. En México se supone que pensamos una serie de cosas como que el respeto al derecho ajeno es la paz pero ninguno de nuestros opinólogos parece encontrar en la guerra llevada a cabo por drones en Paquistán algo digno de comunicar.

[2] Podrían escuchar el podcast sobre discriminación para profundizar un poco más en el tema.

[3] Quiero exaltar la honestidad intelectual del autor, su argumento está lleno de la advertencia sobre la fragilidad de dicha similitud. Desarrolla todo su argumento aceptando que sus cimientos podrían no ser firmes y reconoce además que desde el punto libertario, al menos, no lo son.

Esteban

Minarquista de Mercado. Politólogo e Internacionalista por el CIDE, Ma. en Economía Política por King´s College London. Moderado entre los radicales y radical entre los moderados. Interés en filosofía moral y política, historia de las ideas, y análisis institucional. Yo también estuve allí cuando nació el MLM. @menosgobierno

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3 Respuestas

  1. Cesar Font J dice:

    Yo también estoy de a cuerdo con el derecho a excluir basado en la libre asociación. Pero hasta qué punto los individuos dentro de un territorio pueden extender ese derecho es donde no estoy de acuerdo con lo del territorio total de lugares como EEUU, México y del tipo.
    Osea, si tengo un club privado, negocio propio o vivo en un condominio o fraccionamiento privado, es totalmente indiscutible.

    Pero circular a través de propiedad “pública”, especialmente si es con el objetivo de establecer contacto y relaciones para buscar nuevas asociaciones y traficar con bienes y servicios incluidos el trabajo o empleo, para llevar a cabo intercambios voluntarios como puede ser pedir en renta una casa a un propietario (quien solamente cumplió con el requisito de ser ciudadano, o residente por el accidente de haber llegado a la zona en un tiempo anterior a quien llegó después); eso sí.

    Pues negar ese derecho viola el derecho principal de todos y del que todos los demás derechos emanan, que es el derecho a la vida y a la búsqueda de los medios naturales-legítimos para vivir y seguir viviendo (progresar).

    Puedo estar de acuerdo con que un ranchero mate a algún extraño que se metió en su rancho, y que tras advertirle que estaba en propiedad privada el extraño no hubiera salido.

    Pero que gente armada, privada o gubernamental, “cierre” una frontera (además de ser una estupidez económica y signo de decadencia social) es un acto de represión y opresión contra seres humanos, que es favorito de las tiranías, esas que inventaron y hacen cumplir leyes de pasaportes y visas.

    Porque la libertad de transito es superior y debe respetarse por encima del derecho a excluir si este atenta contra el derecho de un apersona de buscar los medios para vivir-subsistir.
    Mientras que ningún individuo privado puede ni debe ser obligado a incluir a otros en su propiedad privada o grupo privado.

    Pero, como dice el dicho “agua que no has de beber déjala correr”, osea, si no te interesa hacer ningún intercambio voluntario con algún migrante, pues déjalo pasar y que siga su camino, total, si nadie en tu comunidad le da cobijo pues no le quedará otra que seguir adelante hasta dónde pueda vivir. Esa es la única forma de respetar el principio de no agresión.

    ¿Acaso alguien tiene la propiedad privada sobre el planeta tierra? El ser humano es un ser migratorio, su propia existencia y pasada y futura supervivencia dependieron y dependerán de su capacidad de movilizarse y emigrar. El derecho a emigrar nace directamente del derecho a la vida.

    No es un “derecho” de los que le pides a un gobierno, como los “modernos” derechos a la salud y la alimentación, es un derecho que ejerces por ti mismo sin quitarle nada a nadie. Solamente te levantas y te mueves, porque, si te quedas te mueres, o sufres o vislumbras un futuro sombrío. Te mueves porque allá, en otro lugar, vislumbras la vida. Porque así a sido siempre (por millones de años) es por lo que cualquier humano que existe hoy, existe.

    Enfatizo, los pasaportes y visas son inventos de tiranos y opresores, no son cosa “natural”, checa la Historia.

    Buen día.

  1. 2013/04/04

    […] [1] Esto lo traté de manera aplicada al tema migratorio en esta introducción. […]

  2. 2014/08/07

    […] ya expliqué en otra entrada, el marco de derechos de propiedad es compatible con algunas partes de los argumentos tradicionales […]

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